martes, 21 de abril de 2009

No a la pornografia

sábado, 18 de abril de 2009

¿Quién fundó la Cruz Roja?

Henry Dunant nació el día 8 de mayo de 1828 en Ginebra, Suiza. Fue el primero de cinco hijos de una familia rica y considerada de profundas convicciones cristianas.

En 1853 comenzó a trabajar en un banco.
Estaba convencido de que tenía el deber religioso de usar su capacidad para triunfar en los negocios y así poder usar ese talento y riqueza en favor de los necesitados.

Participó activamente en la fundación de la Alianza Mundial de Asociaciones Cristianas de Jóvenes (Y.M.C.A. por sus siglas en inglés) que se había creado en Londres.

En 1855, sugirió fundar una Asociación Mundial de la Alianza Universal de las Uniones Cristianas de Jóvenes, cuyos delegados se reunirían, cada año, en otro país de acuerdo a un turno establecido.
De esta suerte, la primera de dichas conferencias tuvo lugar en París en agosto de 1855.
Dunant aportó una contribución valiosa para que la Y.M.C.A. se convirtiera en el poderoso movimiento mundial que es hoy.

Además, fue el principal autor de la carta de la Y.M.C.A. Dunant se horrorizó al ver lo inadecuado de los servicios sanitarios militares y la agonía que sufrían los heridos durante la batalla de Solferino (Italia) que enfrentaba a Franceses y Austríacos.

Después de numerosas gestiones logró en 1864, en Ginebra, Suiza, sentar las bases de la Cruz Roja junto con los representantes de 17 países.
Esta entidad de auxilio para los heridos de guerra, sin distinción de nacionalidades, adoptó los colores de la bandera suiza pero invertidos: una cruz roja sobre un fondo blanco.
Sus esfuerzos ayudaron a crear la Conferencia de Ginebra (1863) y después la Convención de Ginebra (1864).
En 1901 compartió el primer Premio Nobel de la Paz.

Así relataron José Luis Santana Gómez y José Luis Peraza Fernández la vida de Dunant y el origen de la Cruz Roja Internacional

Anochecía, los soldados heridos trataban desesperados de respirar el aire viciado por el calor tórrido y el polvo, con voces cada vez más débiles imploraban auxilio. Al lado de algunos heridos, militares amigos se habían arrodillado, pero era muy poca la ayuda que les podían prestar para aliviar sus sufrimientos, pues carecían de medicamentos, víveres y agua.
Sólo podían estrechar las manos de los moribundos entre las suyas y consolar los lo mejor posible.

Era el 24 de junio de 1859, los ejércitos del imperio austríaco y de la alianza francosarda acababan de librar una batalla, en Solferino, un pueblo al norte de Italia, donde participaron 300000 soldados y resultaron muertos o heridos 40 000 de ellos. La carnicería había durado 16 horas.

Tales desgracias eran normales, después de una horrible matanza en una batalla anterior, un general famoso, encogiéndose de hombros, dijo lleno de resignación: "No se hacen tortillas sin romper huevos".

Pero en Solferino estuvo presente un civil, un comerciante que había ido a Italia en viaje de negocios. Lo que presenció en Solferino cambió su vida y la de millones de personas. Del horror que produjo en él, ese espectáculo de caos y dolor, surgiría más tarde el movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Su nombre era Henry Dunant.


Dunant nació en Suiza, en la ciudad de Ginebra, el 8 de mayo de 1828 en el seno de una familia religiosa y que se dedicaba más a realizar obras caritativas que a acumular riquezas. A los 18 años, Dunant ya era hombre serio y ferviente devoto.
Su entregada vida y su cristiana compasión por los menesterosos lo llevó a ingresar en la "Liga de las Almas", cuyos miembros se dedicaban a socorrer espiritual y materialmente a los pobres y enfermos de Ginebra.

Luego de presenciar la batalla de Solferino y de brindar su ayuda durante varios días a los heridos en combate, la idea de que tanta desgracia se podía evitar, no se apartaba de la mente de Dunant y llegó a la conclusión de que la única forma de estar en paz consigo mismo era escribir sobre el horror del que había sido testigo.

Escribió un libro: Recuerdo de Solferino.
No sólo se limitó a narrar los hechos sino que demostró que la mayor parte del sufrimiento hubiera podido evitarse sin dificultad.

En ese libro, Dunant formula una pregunta esencial:
¿No se podrían fundar en tiempo de paz sociedades voluntarias de socorro compuestas de abnegados voluntarios altamente calificados cuya finalidad sea prestar o hacer que se preste, en tiempo de guerra, asistencia a los heridos?
(Brown P. Henry Dunant: Fundador de la Cruz Roja. Ginebra: Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y Media Luna Roja, 1989).

Dunant corrió con los gastos de la primera impresión de Recuerdo de Solferino y en noviembre de 1862 apareció la primera edición. La reacción que provocó el libro fue impresionante. El éxito arrollador de la obra dejó anonadado a Dunant.

Recuerdo de Solferino fue la chispa que encendió la llamarada de entusiasmo y los esfuerzos que conducirían a la fundación de la Cruz Roja.
El 23 de octubre de 1863, se reunió la primera conferencia de Ginebra, el propio Dunant quedó impresionado por la numerosa asistencia.

A pesar de cierta resistencia, Dunant ganó la partida de la neutralidad de los servicios sanitarios y se adoptó la recomendación de que fueran reconocidos como neutrales las ambulancias, los médicos y sus asistentes, así como los habitantes del país que prestaran socorro a los heridos.

Todos los países adoptarían un emblema universal, una cruz roja sobre fondo blanco que figuraría en ambulancias, hospitales militares, y como distintivo en la ropa del personal sanitario. Esta simple idea de Dunant puede parecer muy obvia, pero la verdad, es que antes de él nadie había encontrado la solución para evitar que se disparase, en el fragor de la batalla, sobre los miembros del servicio de sanidad. (Bugnion F. El emblema de la Cruz Roja. Reseña Histórica. CICR, Ginebra, 1977).

Los Convenios de Ginebra fueron el primer tratado multilateral firmado por países, reunidos en tiempo de paz para prevenir el sufrimiento. En el transcurso de los años el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) logró que los gobiernos actualizaran y revisaran estos convenios, los que cuentan con un reconocimiento prácticamente universal. (Pictet JS. La doctrina de la Cruz Roja. Ginebra: 1962).

El CICR junto a la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y las Sociedades Nacionales, integran el Movimiento Internacional de éstas y tienden a cumplir un mismo objetivo: ayudar indiscriminadamente a quien sufre, contribuyendo a mantener y promover la paz en el mundo. Todos los integrantes de este movimiento se rigen por 7 principios fundamentales: humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, voluntariedad, unidad y universalidad.

La Primera Guerra Mundial representa el mayor desafío que debe afrontar la Cruz Roja, hasta ese momento: miles de voluntarios se movilizan para ayudar a los heridos en los campos de batalla y en 1917 el CICR obtiene el Premio Nobel de la Paz.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Cruz Roja distribuye socorros por un valor total de 500 millones de francos suizos a la población civil de los territorios ocupados. El CICR realiza 11 000 visitas a prisioneros de guerra militares y civiles y les envía suministros de socorro evaluados en 3,5 mil millones de francos. Dos veces más obtendrá el Premio Nobel el CICR: en 1944 y en 1963 en unión de la Liga de Sociedades (hoy federación).

Henry Dunant, como ha ocurrido con muchas grandes figuras, vivió en la miseria durante muchos años, errante de ciudad en ciudad y enfermo. Su único consuelo era ver que la Cruz Roja crecía a grandes pasos. Sus ideas ya habían salvado miles de vidas. Uno tras otro los países organizaban sus propias sociedades nacionales y empleaban los años de paz en preparar la asistencia a los heridos de los ejércitos en campañas.
La bandera de la Cruz Roja comenzaba a ondear en muchos campos de batalla convirtiéndose en un emblema conocido, grupos de enfermeras diplomadas y camilleros, junto con suministros y socorros médicos iban detrás de cada ejército en marcha. En 1876, Turquía adoptó el símbolo de la Media Luna Roja en vez de la Cruz Roja: la Media Luna Roja que se extenderá a lo largo de los países musulmanes en todo el mundo.

Dunant vivió en Heiden, pueblo situado al Este de Suiza, casi en el olvido total. Así hubiera seguido hasta el final de sus días, si en 1895 un joven periodista no se hubiera dedicado a escalar las montañas próximas al poblado. Charlando con la gente del lugar supo que el fundador de la Cruz Roja vivía en el hospital del pueblo y como buen periodista concertó una cita y lo entrevistó.
Más de 30 años habían transcurrido desde la publicación de Recuerdo de Solferi no pero el público lo recordó.
El artículo de este periodista, llamado Baumberger, provocó una respuesta abrumadora. Dunant comenzó a recibir cientos de cartas y muchas visitas de viejos conocidos, las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y Media Luna Roja del mundo eterno le rindieron homenaje. Finalmente en 1901 se acordó entregar a Henry Dunant el reconocimiento internacional más importante en mérito a sus obras.
El Comité del Premio Nobel le concedió el primer Premio Nobel de la Pazen unión de Fréderic Passy, por quien Dunant sentía gran respeto.

Murió a los 82 años, el domingo 30 de octubre de 1910.
Del hombre peculiar de Ginebra, cuya visión casi fue demasiado grande para su propio bien, nació un movimiento que hoy se extiende por todo el mundo; que ha llegado a millones de personas; que presta socorro por igual a civiles y a militares: una realidad aún más pode rosa que el sueño de Dunant.

Hoy, 133 años después de la fundación de la Cruz Roja, 186 naciones han firmado los convenios de Ginebra y existen 169 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y Media Luna Roja.
Ningún otro tratado en la historia de la humanidad ha alcanzado un número igual de signatarios, y no existe ninguna organización humanitaria que cuente con tantos miembros (127 millones) en tantos países.

domingo, 7 de diciembre de 2008

¿Que es la pedofilia?

Es la presencia de fantasías o conductas que implican actividad sexual entre un adulto y un niño.

Puede darse de diferentes formas: en relación a la orientación, puede ser de tipo heterosexual, homosexual o ambas; en relación a objeto, éste puede ser exclusivamente pedofílico o no.

Las conductas de la pedofilia van del simple exhibicionismo hasta la penetración. El adulto suele ganarse la confianza y el cariño del niño para luego llevar a cabo sus objetivos.

Se distinguen dos variantes en la pedofilia:

La sentimental homoerótica y la agresiva heterosexual. Los sentimentales homoeróticos tienen poco interés por las mujeres, toda su capacidad sexual se concentra en los niños, concretándose bajo la forma de caricias que le provocan el orgasmo. Los agresivos heterosexuales intentan satisfacer sus impulsos con niñas, con métodos que van desde la seducción a la violencia.

Características personales y sociales del sujeto:

En su mayoría los pedofílicos son hombres, menos agresivos que los violadores; muchos de ellos son alcohólicos o psicóticos de mente torpe o asociales, y su edad fluctúa entre los 30 y 40 años; generalmente, de fuertes convicciones religiosas, en general, son hombres débiles, inmaduros, solitarios y llenos de culpa.

La personalidad del agresor de mediana o mayor edad es de un individuo solitario y con dificultad para establecer relaciones heterosexuales normales, suele tener baja autoestima, con pocos recursos para enfrentar situaciones de stress y frecuentemente abusa del alcohol y/o sustancias. Por lo general, no presenta trastorno psicopatológico. Sin embargo, se ha visto que dos tercios de los reclusos pedofílicos maduros llevaron a cabo esta conducta en momentos que sufrían de situaciones estresantes.

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Desde el amancer -Rojo-

sábado, 6 de diciembre de 2008

Dias sin Luz, o la pelicula sobre la chica del pastor evangelico gitano Juan Jose Cortes



Ya se rueda la recreación para la pantalla chica de la historia del pastor evangélico gitano Juan José Cortés, padre de Mari Luz, en la nueva serie de Antena 3 ´Días sin Luz´, que se emitirá en enero de 2009. Y se van conociendo más detalles de su contenido y de las vivencias del director y los actores. 

La entereza y la dignidad de Juan José Cortés, el gitano de fe evangélica y padre de la niña Mari Luz, cuyo cadáver fue encontrado el pasado mes de marzo en la ría de Huelva, quedará reflejada en la miniserie sobre el caso (‘Días sin Luz’) cuyo rodaje se ha iniciado ya en Madrid, bajo las órdenes del cineasta Antonio Hernández. 

El propio padre de la pequeña asesinada, cuyo caso llenó portadas y pantallas, ha supervisado los guiones y asegura que esta producción se ha hecho «desde el máximo respeto» y que la idea es no caer en la «novela amarilla». 

La producción se enmarca en una tendencia de las cadenas por acudir a la realidad en busca de argumentos para la ficción. La muerte de Franco, el 23-F, el intento de atentar contra el Rey, el caso de presunta corrupción en Coslada, la operación Malaya o la liberación de Ingrid Betancourt serán narrados en la pequeña pantalla. 

EL RODAJE Y LA SERIE 
¿Cómo se podrá evitar que ‘Días sin Luz’ despida morbo? Su director Antonio Hernández asegura que «la respuesta se podrá dar viendo la serie». «Lo hemos evitado. De acuerdo con la familia, con Juan José Cortés, la intención es contar no tanto el crimen, lo que tiene de perversión o de desviación, sino la historia de una familia normal como la de cualquier estamento social al quien le quitan a alguien de una forma terrible, con una situación de legalidad dudosa», explica. 

El realizador ha optado por actores de origen andaluz en su mayoría para dar más verosimilitud al relato que emitirá Antena 3. Uno de ellos es Antonio Chamizo que será el padre de la niña, mientras que a su presunto asesino lo encarna Eduardo Antuña. «Es la historia de un hombre que todavía tiene fe, que cree que las cosas pueden ser justas y mejores, y lo que le va demostrando la realidad», dice Chamizo en relación con su papel. 

En esa dicotomía entre el idealismo y la realidad se mueve el rodaje de la serie. «Por un lado es un gitano que asume su etnia, es empresario, entrenador de fútbol, pastor evangélico, líder de una comunidad y que de repente se encuentra con algo tan terrible como es comprobar que han matado a tu hija», indica el director Antonio Hernández, un cineasta con títulos de prestigio como ‘El menor de los males’ o ‘En la ciudad sin límites’ y director de la miniserie y la película ‘Los Borgia’. 

Junto a los dos personajes centrales, el padre y el presunto asesino, Santiago del Valle, la serie contará con la participación del guitarrista de flamenco Pepe Maya en el papel de abuelo de Mari Luz, Juan Cortés, que también ha tenido cumplida presencia en los medios para denunciar el caso; María Isasi será Irene Suárez, madre de la pequeña; Luis Rayo, el tío, Diego Cortés, entre otros intérpretes.

El parecido físico de los actores a los personajes reales se ha tenido muy en cuenta a la hora de realizar el casting. Sancho Gracia será de los pocos actores conocidos que intervendrán en esta producción de Antena 3 Films y Ficciona Media. El veterano actor interpretará el papel de uno de los policías encargados del caso. 

Los exteriores de la serie se están rodando en Madrid y en Huelva. 

Dentro del relato del drama familiar, intentará la miniserie además perfilar la personalidad ejemplar del protagonista, mostrando su lucha persistente porque se haga justicia con el asesinato de su hija. 

Por otra parte, la miniserie también tratará de abordar la personalidad del presunto asesino desde un segundo plano. «Sí le has visto, lees su currículo desde su más tierna infancia, en la que según declaraciones ya parece abusaba de su hermana y tiene una causa por haber abusado de su hija, te das cuenta de que le falta conciencia y moral y no tiene más que caradura. No es un ser perverso a lo Hannibal Lecter, ni sofisticado ni enfermo, simplemente una mala persona», añade el director de ‘Días sin Luz’. 

fuente: Protestante Digital

Testimonio de una vida ejemplar

El compromiso del cristiano por construir una sociedad más humana y más de Dios cuenta con un impulso inicial que va mucho más allá de sus propias fuerzas. No es fruto ni de un acto de voluntad personal, ni de una ideología. Hay algo incomparablemente más firme que lo sostiene: todas las realidades humanas están orientadas hacia el amor de Dios.

La fe de la Iglesia confirma lo que la razón humana atisba con dificultad: tanto el mundo como cada ser humano han surgido de las manos de Dios. Y así se toma conciencia de que el más alto privilegio del ser humano es poder rweconocer el don de Dios, su Padre, y regresar hacia Él desde el más genuino ejercicio de la dignidad humana.

La vida social, la cultura o la historia no son meras creaciones humanas. Vienen precedidas por la sabiduría ordenadora y providente de Dios. Como realidades humanas ni son caóticas ni son perfectas. En todas ellas el ser humano refleja su propio ser: limitado pero llamado a una grandeza sin ocaso. Nadie debe asustarse de su propia pequeñez o fragilidad, ni nadie debe tampoco creerse más de lo que es.

Los cristianos confirmamos lo que muchos hombres y mujeres de nuestro mundo han experimentado: que un misterio de amor eleva el sentido de la vida cotidiana de las personas y de los pueblos. La Doctrina Social de la Iglesia inspira el deseo de llevar el Evangelio a todos los aspectos de la vida social, con la convicción de que todos esos ámbitos se renovarán y mejorarán con la iluminación que Cristo proyecta sobre la vida del hombre.

Es tarea propia de los fieles laicos, de los seglares, anunciar el Evangelio con el testimonio de una vida ejemplar, enraizada en Cristo y vivida en las realidades temporales. La familia, el compromiso profesional en el ámbito del trabajo, la cultura, la ciencia y la investigación, el ejercicio de las responsabilidades sociales, económicas y políticas son los lugares propios del vivir y del actuar de los cristianos laicos. Todos ellos necesitan de la luz y de la savia nueva del amor de Dios. Ninguno es indiferente a la presencia del Evangelio.

El compromiso de los fieles laicos es expresión de la caridad evangélica. Su testimonio nace de un don de gracia, de un regalo de Dios reconocido, cultivado y llevado a la madurez. El cristiano puede colaborar con cualquier persona en causas que sean justas y nobles, pero tiene su propia manera de entender el servicio a los demás.

La amistad con Dios, que le lleva a la amistad con los demás, acompaña al fiel laico en cada uno de sus gestos, de sus actos y también de sus silencios. Hay una dinámica propia en el anuncio del Evangelio: cuanto más se profundiza el don recibido por la fe, más generosa es la entrega y más sólida y alegre la esperanza.

Para ver bien el mundo hace falta mirar a Dios. Desde la perspectiva de los bienes definitivos, el fiel laico es capaz de orientar con autenticidad su actividad terrena. El ser humano no se limita sólo al horizonte temporal, sino que mantiene íntegra su vocación eterna. Considerar que los seres humanos sólo están llamados a un bienestar material o a una actividad productiva no hace justicia a la sed de infinito que anida en el corazón humano y que es huella de la presencia de Dios.

La preparación para la Navidad es una auténtica escuela para comprender lo que significa el verdadero humanismo. La encarnación de Dios en Jesucristo ha volcado sobre la historia las mejores energías del corazón, que proceden de sus planes de amor para los hombres. Los fieles laicos están llamados en estos días a mirar a su Madre Inmaculada y aprender de ella que la alegría de la intimidad con Dios conduce siempre el servicio más decidido y generoso hacia los demás. No hay mejor impulso para construir una sociedad digna de nuestra vocación de personas.

Con mi bendición y afecto.

fuente: LasProvincias.Es

viernes, 5 de diciembre de 2008